Nuestra observación empezó en la Beneficencia, ya que era el lugar donde esperábamos el bus. Éramos aproximadamente 100 personas, de los cuales el 70% eran mujeres, entre 18-25 años, a excepción de un grupo de adultos y los guías. Los jóvenes tenían ropa casual y cómoda para el recorrido del cementerio, es decir jeans, zapatillas y casacas. En cambio, los adultos vestían ropa formal, en el caso de las mujeres, con tacos, blusas y carteras; y, en el caso de los hombres, con pantalón, una camisa y una chompa.
En términos generales, los jóvenes asistieron en grupos de aproximadamente 4 o más personas. Algunos se notaban preocupados por lo que vaya a suceder, es decir tenían una actitud sumisa, reservada, pasiva, y otros entusiasmados tomando fotos, conversando, ansiosos. Por ello, podemos dividir a la población en dos grupos: activos y pasivos. La observación en la Beneficencia, la cual duro aproximadamente una hora, nos permitió darnos cuenta de estos grupos y poder organizarnos en la división del trabajo. Era de esperarse que el grupo activo busque apariciones, ya que eran personas curiosas. Ello nos pudimos dar cuenta por comentarios tales como “Chicas ya saben pobre la que quiera irse corriendo, sobre todo tu Jamile” “Webon ten la cámara en la mano porque hay fantasmas de hecho”. Pero, por otro lado, las personas pasivas iban a estar en compañía del guía y siguiendo lo establecido.
Al llegar al cementerio (7:30 pm) el comportamiento en general de los visitantes eran personas sumisas, analizando el entorno y observadoras. Nos dividimos en grupos de más o menos 60 personas, cada uno con una guía y un ayudante. Mientras recorríamos las tumbas de personas que marcaron en la historia tales como: Mariategui, Ramón Castilla, Nicolás De Pierola, etc, todos caminaban en conjunto, había un grupo de 30 personas que escuchaban atentamente a la guía, otros indagaban alrededor pero siguiendo el recorrido establecido y otros atentos a cualquier estímulo esperando alguna aparición. A partir de las 8 pm, comenzaron a escucharse gritos de otras personas que estaban recorriendo por los parvularios. Por ello, los grupos comenzaron a marcarse con más intensidad. El grupo activo poco a poco comenzó a apartarse y se formo un grupo de 20 personas, que estaban en busca de apariciones. Este grupo comenzó a indagar con una actitud de alerta, muy ansiosos y esperando cualquier estímulo resaltante. Asimismo, había personas que tenían mucho miedo pero que eran motivadas por sus amigas. Otras que no creían en la existencia de fantasmas y que estaban ahí para probarlo. Y otras que prefirieron tomar una actitud pasiva, ya que acompañaron al grupo hasta una parte y prefirieron observar lo que pasaba pero desde una distancia oportuna.
A las 8:30 pm la guía comenzó a contar sobre las historias duendes en el presbítero, ya que afirmo que esta era la zona donde más aparecían. En ese momento se escucharon gritos del grupo activo y las personas pasivas comenzaron a intrigarse: “Que habrá sucedido, ¿vamos a ver?” le comentó una de las chicas a su amiga, la cual respondió “ni loca me muevo de acá”. Otras personas estaban preocupadas y afirmaban que esto no era un juego y que debían cuidarse. En ese momento, apareció una de las chicas que había estado en los parvularios, un grupo de personas se le acercaron sin conocerla a preguntarle qué había pasado. La chica comenzó a narrar que no había visto nada pero que unos chicos comenzaron a correr y contaron que habían visto a una sombra grande. Entonces, una persona adulta se acercó y les dijo que esa zona es muy peligrosa y que con los fantasmas no se juega.
A las 9 pm, el comportamiento de las personas había cambiado, su actitud de alerta disminuyo y al parecer tenían confianza del entorno, comenzaron a bromear con sonidos de lobos y asustar a sus amigas. EL grupo comenzó a integrarse, las personas comenzaron a relacionarse con los demás. El ambiente comenzó a ponerse más cálido y las personas pasivas comenzaron a indagar en el entorno. Así fue como, en el cementerio, ya no se veían grupos que se movilizaban juntos sino a pequeños grupos que indagan y se tomaban fotos con las imágenes. Cabe recalcar que no veían personas solitarias caminando, ya que mínimo indagaban en parejas. Esta confianza permitió que, en el momento que llegamos a una cripta, la mayoría de las personas, tanto activas y pasivas, comenzaran a indagar en ella mientras la guía explicaba la historia de la familia. Asimismo, cabe resaltar que el comportamiento cambiaba cuando escuchaban el grito de alguna persona y ahí se marcaba otra vez la diferencia de los grupos, algunos corrían al encuentro de ella y otros se quedaban callados y se acoplaban al grupo que no entro a la cripta.
Así fue como, aproximadamente a las 9:45, llegamos al pabellón de los suicidas. En ese momento, la guía afirmo que este trayecto era un poco agotador y que si deseaban quedarse no había ningún inconveniente, pero todos desearon seguir con el trayecto. El ambiente poco a poco comenzó a cargarse y había palomas que volaban en forma curiosa. Las personas comenzaron a tener una actitud de alerta y acercarse a la guía. Poco a poco las personas comenzaron a tener una actitud de cansancio, se sentía un peso en la espalda, dolor de cabeza y cuello. Las personas comenzaron a preguntar a todos si sentían lo mismo y todos respondían que sí. Así fue como poco a poco grupos comenzaron a salir de esa zona y algunos se quedaron con la guía.
Después de ello, las personas se sentían cansadas y decidieron ir al centro donde se encontraban los demás grupos para retirarse. Mientras caminaban, varias personas se juntaron a contar lo que sentían y ese cansancio extraño que se había manifestado en todo el grupo.
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